Lo más incomprensible del Universo_ es que
podamos llegar a comprenderlo._
Einstein_
He amado demasiado a
las_ estrellas para temer a la noche_
Epitafio de un astrónomo
aficionado_
_El beso en la Luna
_Una mirada diferente a
nuestra compañera de viaje: la Luna
> The End <
Llevo tiempo pensando cerrar el blog. Después de once años y 728 historias publicadas, creo que ha llegado el momento de poner el punto final a El beso en la Luna. Gracias por haber pasado por aquí.
Con más de 45 °C grados a la sombra ayer en Córdoba, cuesta creer que el Sol está ahora cinco millones de kilómetros más alejado de nosotros de lo que estuvo el 4 de enero. En efecto, ayer a las 21:41 hora oficial alcanzamos el afelio, el punto en que la Tierra está más lejos del Sol en su órbita anual.
Y esos cinco millones de kilómetros de distancia hacen que el Sol se vea más pequeño que otras veces, como muestran esta comparativa. Hay más de un minuto de arco de diferencia entre los dos diámetros aparentes.
Aunque resulte chocante que sea en pleno verano cuando nos encontramos más lejos del Sol, hay que tener en cuenta que el principal factor de la existencia de estaciones en nuestro planeta son los 23,44° de inclinación del eje terrestre. En verano el Sol aparece más alto sobre el horizonte, los rayos solares son más perpendiculares y eso afecta a las temperaturas. No obstante, la variación de la distancia al Sol también juega un papel importante a largo plazo en el clima. Al estar lejos del Sol nos movemos un poco más despacio, lo que hace que los veranos en el hemisferio Norte sean actualmente un poco más largos (unos cuatro días) que los inviernos. Las variaciones orbitales (o ciclos de Milankovitch) afectan en buena medida al clima. La excentricidad y la precesión de la órbita de la Tierra así como la inclinación del eje terrestre hacen que se produzcan glaciaciones periódicas.
Estos días hemos tenido la oportunidad de ver un llamativo acercamiento entre Júpiter y Venus. Aunque no es un fenómeno demasiado raro, un acercamiento tan próximo y con una separación del Sol tan acusada no es del todo frecuente. El 27 de agosto de 2016 tendremos otro encuentro aún más cercano, con Mercurio también próximo, aunque será más complicado de ver que el de este año por su cercanía al Sol.
Júpiter y Venus en el cielo de Córdoba. Foto: Paco Bellido
La imagen era muy llamativa al telescopio. Venus, un planeta de tamaño similar a la Tierra, aparecía unas doce veces más brillante (con una magnitud de -4.1) que el gigante gaseoso Júpiter (magnitud -1,37) , diez veces más lejos de nuestro planeta que el primero.
Posición relativa de los planetas la noche del 30 de junio. Crédito: Bill Cooke
Para hacer la siguiente imagen capté cuatro fotografías con mi cámara monocroma, con filtros rojo (R), verde (G) y azul (B) y una con más exposición para captar las cuatro lunas de Júpiter.
Júpiter y Venus al telescopio. Foto: Paco Bellido
Actualización del 2 de julio:
Júpiter y Venus. Foto: Paco Bellido
Júpiter y Venus. Foto: Paco Bellido
Y otra más con el alminar del siglo X de la antigua mezquita que se alzó sobre la desaparecida basílica de Santa Catalina.
En enero de 1695, seis meses antes de su muerte, Christiaan Huygens termina una obra filosófica donde trata la cuestión de la vida extraterrestre. El libro, dedicado a su hermano mayor Constantijn, se titula Κοσμοθεϖρος, sive de terris coelestis earumque ornatu conjeturae (Los mundos celestes descubiertos, conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones) y se publica en latín en 1698. Desde un primer momento goza de un gran éxito, por lo que pronto será traducido al inglés (1698), neerlandés (1699), francés (1702), alemán (1703), ruso (1717) y sueco (1774). La versión en español ha tenido que esperar hasta 2015, fecha en que la editorial Jekyll and Jill ha publicado una cuidada versión ilustrada por Alejandra Acosta y traducida por Rubén Martín Giráldez.
Como curiosidad cabe señalar que la versión rusa del Cosmotheoros fue la primera obra científica traducida a esa lengua. El zar Pedro El Grande había leído la versión latina y quedó tan impresionado que encargó una traducción al ruso. Las implicaciones blasfemas del libro eran demasiado avanzadas para una sociedad tan conservadora como la Rusia ortodoxa y la obra fue acusada de satánica.
Las especulaciones del Cosmotheoros son habituales en la época (véase El Sol habitado en La Cara Oculta, AstronomíA, 178), pero cabe destacar que Huygens afronta el problema de la vida extraterrestre de una forma muy científica. Otros, como Bernard de Fontenelle en Entretiens sur la pluralité des mondes (1686), hacen aportaciones de tipo más literario. En su obra, Huygens plantea que en la Luna no hay vida por carecer de atmósfera, pero que sí es muy posible que exista en otros planetas y que los extraterrestres deben tener las mismas virtudes, sentidos y matemáticas que tenemos en la Tierra. También plantea la existencia de exoplanetas en otras estrellas. Huygens era protestante, pero con inclinaciones tanto al escepticismo como al pensamiento estoico, por ello no resulta extraño que Dios aparezca citado en el libro en numerosas ocasiones. De hecho, plantea que la gran distancia existente entre los planetas nos hace pensar que Dios no pretendía que los seres de un planeta supieran de la existencia de los demás, pero que no había previsto los avances científicos que los seres humanos conseguirían con el paso del tiempo.
En Cosmotheoros también aparece un método para estimar las distancias estelares. Mediante una serie de agujeros cada vez más pequeños en una pantalla que cubría el Sol estimó qué agujerito ofrecía la misma intensidad de luz que la estrella Sirio. Calculó que el agujero tenía 1/27.664 veces el diámetro del Sol, por tanto la estrella tendría que estar 30.000 veces más lejos que el Astro Rey. La suposición de Huygens partía de un error, ya que Sirio no tiene el mismo brillo que el Sol, pero la idea es interesante y plantea una aproximación primitiva a la fotometría.
Imagina hacer una foto del estadio Santiago Bernabeu (solo del campo de fútbol, no de la estructura) que está en Madrid, pero desde Córdoba a más de 400 km de distancia, para añadirle dificultad imagina que el fotógrafo se desplaza a 27.000 km/h y además lleva un "teleobjetivo" de casi 3 metros de largo. ¿Eres capaz de imaginarlo? Pues ya estás en condiciones de imaginar cómo es fotografiar la ISS. Esta noche ha vuelto a sobrevolar Córdoba y la he captado con mi equipo. Seguimiento manual, como siempre. La distancia mínima ha sido de 404 km.
Luego me subí al tejado para disfrutar de la conjunción de Júpiter, Venus y la Luna. Los dos planetas más brillantes se están acercando y el día 30 se convertirán en una pareja llamativa en el cielo.
Recientemente, el astrofotógrafo inglés Damian Peach ha hecho un montaje que permite hacerse una idea de la variación de tamaño que ha experimentado en poco más de un siglo de observaciones la Gran Mancha Roja, un gigantesco anticiclón de altas presiones que gira en sentido antihorario en el hemisferio sur de Júpiter. Los vientos que circulan en la GMR se cuentan entre los más rápidos de todo el Sistema Solar.
Comparativa del tamaño de la mancha entre 1890 y 2015. Crédito: Damian Peach
No hay duda de que la Gran Mancha Roja se está reduciendo, como atestiguan las fotos del telescopio espacial Hubble. Los astrónomos comenzaron a detectar la reducción de tamaño en la década de los años treinta del siglo pasado. ¿Significa esto que la GMR va a desaparecer?
La GMR de Júpiter en 1995, 2009 y 2014. Crédito: NASA, ESA y A. Simon (Goddard Space Flight Center)
La primera referencia gráfica que tenemos de lo que se cree que es la Gran Mancha Roja quizás sean unas anotaciones de su descubridor, Giovanni Cassini que la observó en julio de 1665 (En realidad, es probable que el jesuita Riccioli la observara en 1635 unos treinta años antes que Cassini). No podemos estar seguros de que sea la Gran Mancha Roja porque desde su descubrimiento en el siglo XVII hasta 1870 no hubo una observación continuada.
Dibujos de Giovanni Cassini de la GMR entre 1665 y 1677. (Tomado de Le Ciel (1877) de Amédée Guillemin)
En un cuadro de Donato Creti de la serie "Observaciones Astronómicas" que se encuentra en la Pinacoteca de los Museos Vaticanos aparece la mancha. A partir de esta época siguió observándose, aunque sin demasiada continuidad hasta un siglo después. En cualquier caso, podemos decir que este cuadro es una buena referencia gráfica. Creti era un pintor de la escuela boloñesa nacido en 1671. Por encargo del conde Luigi Marsili realizó una serie de cuadros en 1711 que mostraban el aspecto de los planetas vistos al telescopio. Faltan Urano, que se descubriría 70 años después y lógicamente también faltan Neptuno y Plutón. La serie está formada por ocho lienzos de formato pequeño que describen el sistema planetario conocido en aquel entonces: el Sol (inv.40432), la Luna (inv.40433), Mercurio (inv.40434), Venus (inv.40435), Marte (inv.40436), Júpiter (inv.40437), Saturno (inv.40438) y un Cometa (inv.40439). La intención del conde era regalar los cuadros al papa para convencerlo de la necesidad de crear un observatorio astronómico.
Los planetas están pintados según se observan al telescopio, en el cuadro de Júpiter es apreciable la Gran Mancha Roja (a un tamaño similar al actual) y los cuatro satélites galileanos.
Donato Creti. Júpiter (1711). Museos Vaticanos.
No sabemos a ciencia cierta si estas manchas registradas por Riccioli, Cassini y Creti son la GMR. Y no lo sabemos con seguridad porque a partir de 1713 no hay ninguna mención a esta formación. Sería extraño que Schröter y otros grandes observadores pasaran por alto su existencia. Aunque tampoco se puede descartar un cambio de coloración, como ha ocurrido en los últimos años, que dificultara su detección.
El montaje de Peach está hecho a partir de una fotografía similar a la realizada en 1879 en el Observatorio Lick.
Izquierda: la GMR en 1879 tomado de A History of Astronomy in the 19th Century de Agnes Clerk. Derecha: Júpiter el 10 de enero de 2014. Crédito: Damian Peach
En 1880, un año después de esa fotografía, el astrónomo aficionado francés Étienne Trouvelot dibujó la Gran Mancha Roja. En la ilustración se puede ver una imagen de Júpiter observado la noche del 1 de noviembre. Sobre el disco del planeta se ven el tránsito de Ío y Europa y de sus sombras con unas dimensiones algo exageradas, en este caso la interpretación artística se impone a la exactitud científica. La sombra de Europa se encuentra sobre una Gran Mancha Roja de un tamaño mucho mayor al actual.
Étienne Trouvelot. Júpiter el 1 de noviembre de 1880
Además de la reducción de tamaño, otro hecho ha afectado a su visibilidad con instrumentos de aficionado. Cada vez es más pálida, tiene menos contraste y por ello es más complicada que ver que antaño.
Aunque John Rogers, probablemente el mayor experto mundial en Júpiter, planteó hace unos años (PDF) que la Gran Mancha Roja quizás no sea tan antigua como se supone, lo cierto es que no hay datos concluyentes al respecto.
Si la mancha que vieron Riccioli y Cassini es la misma que vemos nosotros ahora, ha habido épocas en el pasado en que la mancha fue menor, después creció y ahora ha vuelto a menguar, pero no hay elementos de juicio suficientes para pensar que vaya a desaparecer en un futuro inmediato, no se puede descartar la posibilidad de que nos dé una sorpresa y vuelva a cobrar fuerza. En julio del próximo año la sonda Juno de la NASA llegará a Júpiter y probablemente sus instrumentos contribuirán a desentrañar el misterio de su evolución.
El reloj del Jubileo está instalado sobre el edificio medieval de la Torre Cornelius, un resto de las fortificaciones del siglo XIV, restaurada para la ocasión a fin de instalar el reloj que el relojero y astrónomo aficionado Louis Zimmer (1888-1970) había terminado en 1930 con motivo del centenario de la independencia de Bélgica y que donó a su ciudad natal.
En el interior de la torre se pueden visitar el Estudio astronómico, en la primera planta, y el reloj principal con los mecanismos que accionan todas las esferas y automatismos en el segundo piso.
El Reloj del Jubileo cuenta con doce esferas alrededor de la esfera central que marca la hora oficial. A las 12 se sitúa un globo con las fases de la Luna, le sigue la esfera correspondiente al ciclo metónico y la epacta; la ecuación del tiempo; la posición del Sol en el zodiaco; el ciclo solar y la letra dominical; el día de la semana; un globo terráqueo que indica el hemisferio iluminado por el Sol; el mes; el día del mes; las estaciones; las mareas y, finalmente, la edad de la Luna.
Cuando el reloj marca las doce se abren tres pequeñas ventanas. En la inferior podemos ver un desfile de figuras históricas del período 1830-1930 en el que se reconoce a los tres primeros reyes de Bélgica, a seis alcaldes de Lier, así como el escudo de armas de la ciudad y el león belga.
En las ventanas de arriba hay un mecanismo de percusión que representa las cuatro etapas de la vida: la infancia, la adolescencia, la edad adulta y la vejez. Cada etapa está representada por personajes de ficción de novelas locales.
Zimmer tardó cinco años en crear esta obra. Dado que, como ocurre en la actualidad, en la escuela prácticamente no se estudiaba nada sobre astronomía y la mayoría de la gente sabía muy poco sobre el Universo, el relojero decidió construir un Estudio astronómico con afán didáctico. Tras dos años de trabajo abrió el estudio que consta de nueve departamentos en los que podemos encontrar 57 esferas en total.
El primer departamento ofrece información sobre la hora en distintos lugares de la Tierra, con relojes en diversos sistemas de numeración de todo el mundo y un curioso reloj que indica la hora decimal, una decisión adoptada en 1793 por la República Francesa que nunca llegó a tener éxito.
El segundo departamento está dedicado a las mareas y cuenta con diez esferas que indican las mareas en los puertos de Lisboa, Santander, Brest, Dover, Ostende, Hoek van Holland, Estocolmo, Reykjavik, Saigón y el puerto interior de Amberes.
El siguiente departamento es el planetario donde podemos ver esferas en las que cada planeta gira en torno a su eje. Le sigue el departamento de cálculos astronómicos donde encontramos toda una serie de diales que indican desde el período de Saros, hasta la posición de los cometas Encke y Halley pasando por la posición de los radiantes de las principales lluvias de meteoros.
El quinto departamento está dedicado a los movimientos de rotación del eje terrestre. Podemos ver la duración del día sidéreo, del día solar, del día lunar y del día en diversos planetas.
El siguiente apartado trata de las fases de la luna y de las mareas. Le sigue un departamento dedicado a importantes fenómenos astronómicos como la paralaje, la determinación de la longitud del Sol y su distancia respecto a la Tierra, la declinación del Sol, la velocidad de la Tierra a la latitud de Lier, el terminador de la Luna a medianoche, el crepúsculo astronómico y civil o los eclipses.
El octavo apartado está situado en el techo de la habitación. Se trata de un planisferio celeste muestra las constelaciones del hemisferio norte. Un disco rotatorio permite saber qué constelaciones son visibles en el cielo.
El noveno departamento está formado por diversos aparatos de medición atmosférica, un barómetro, un termómetro y un higrómetro.
El Wonderklok
Junto a la torre del reloj se encuentra el Pabellón Zimmer donde se puede visitar el reloj Wonderklok, un ”reloj maravilloso” compuesto por 93 esferas y 14 automatismos, que fue diseñado por Louis Zimmer para la Exposición Universal de Bruselas de 1935. Posteriormente el reloj viajó a Nueva York donde estuvo expuesto en el Museo de Ciencia e Industria. Se trata de un instrumento único y el mejor de su clase construido hasta el momento.
El reloj está subdividido en tres secciones con tres relojes grandes y treinta esferas más pequeñas debajo de cada uno. Entre la ingente cantidad de datos astronómicos que ofrece este ingenio podemos destacar la posición de los cometas Halley, Encke, Biela, Pons-Winnecke y Giacobini; la precesión de los equinoccios, con una esfera que completa una vuelta en 25 800 años; la declinación del Sol; la posición del terminador lunar o la velocidad de la Tierra.
El Wonderklok también ofrece información sobre las mareas. Entre los puertos indicados está Santander, como curiosidad cabe indicar que junto al nombre de la ciudad cántabra aparece la bandera republicana dado que el reloj se construyó cuando en España regía la República.
En la parte inferior del reloj hay una serie de automatismos curiosos. Uno de ellos nos permite comprobar el peso de un hombre de 70 kilogramos de masa en la Luna y en los distintos planetas del Sistema Solar. En la vitrina central hay nueve bailarinas sobre globos que representan los tamaños de cada planeta. Se supone que las bailarinas tienen la misma masa que en la Tierra y dan un salto similar en cada planeta. Mientras que la bailarina de la Tierra salta 40 cm en Plutón, con el mismo esfuerzo, alcanza los 5,70 metros.
Otros artículos de la serie Destinos astronómicos:
Con una cámara en color y forzando la saturación cromática es posible resaltar las distintas composiciones minerales de cada región lunar. Ejemplo de ello es la siguiente toma captada anoche, 2 de junio de 2015, unas seis horas después de la Luna llena. En la imagen se aprecian los basaltos ricos en metal del Mare Imbrium, las altas concentraciones de titanio (superiores al 7% en peso) cerca de Sinus Medii, en el Mare Tranquillitatis y en otras zonas. Los basaltos pobres en metal cerca de Aristarchus. También se pueden apreciar los mantos blancos del material eyectado en los cráteres más jóvenes.
El gran contraste entre el color oscuro del Mare Tranquillitatis y el color claro del Mare Serenitatis obedece a la mayor concentración de titanio en el primero. Observando la Luna mirando por el ocular del telescopio nunca veremos una estampa como la de la imagen. Se suele decir que la Luna es de color greige, una combinación de gris y beige. Pero lo cierto es que en una buena noche de observación y con un buen equipo, el ojo entrenado del observador es capaz de captar algunas diferencias de color sutiles entre distintas zonas de la superficie lunar.
Esta imagen demuestra que jugando con las fotos se puede sacar un montón de información científica.
Los anillos de Saturno están formados por una miríada de pequeñas rocas heladas. Estas rocas, como es lógico, arrojan sombra sobre sus vecinas atenuando así el brillo global de los anillos. Pero esta noche tenemos oposición (es decir, Sol-Tierra-Saturno en línea recta), así que desde nuestro punto de vista las sombras quedan por detrás de cada roca y da la impresión de que los anillos brillan más que de costumbre. Es lo que se conoce como efecto Seeliger. Si te hace ilusión verlo el momento exacto será a las 4:00 h (2:00 UT) de la noche del viernes al sábado, aunque se lleva apreciando desde hace unos días.
Más información sobre el fenómeno en la excelente página de Atmospheric Optics.
Ayer tuve ocasión de ver en directo uno de esos espectáculos sobrecogedores que la Astronomía nos regala de cuando en cuando. Mientras tomaba imágenes del Sol, un filamento solar de más de 300.000 km se soltaba y quedaba flotando en el espacio.
El enorme filamento de plasma era visible en el limbo nororiental desde hacía unos días, las nubes no me permitieron fotografiarlo el día anterior, así que al mediodía, una vez disipado el banco de nubes matutinas que suele formarse sobre el valle del Guadalquivir, subí a verlo.
Conforme tomaba imágenes pude comprobar cómo se desplazaba el filamento. Supuse que acabaría por colapsar o por desprenderse en poco tiempo.
En la siguiente película captada por el satélite SDO puede verse en detalle el desarrollo del fenómeno.
En la siguiente imagen comparativa se puede ver la situación antes y después de la desconexión. La eyección de masa coronal no iba dirigida hacia la Tierra, por lo que no se esperan variaciones geomagnéticas importantes en las próximas horas.
La nube de plasma se extendía a lo largo de varios centenares de miles de kilómetros y evolucionaba a una gran velocidad. Sin duda se trata de una de las mayores eyecciones jamás captadas desde la Tierra.
Tras la desconexión este era el aspecto del Sol, un disco prácticamente limpio, sin manchas y sin actividad.