Noticia original en
El Día de Córdoba
A cuadros. Así se quedaron los responsables del
Museo Geológico de Madrid cuando les dijeron que la joya de su colección, un meteorito encontrado en
Los Blázquez en el siglo XIX y que guardaban como oro en paño por su excepcional estado de conservación, no era tal. La roca no había venido del cielo, sino que había hecho el recorrido inverso pero sin la fuerza suficiente como para ponerse en órbita. Hace casi dos siglos, el
Valle del Guadiato no asistió a ninguna lluvia de meteoritos –ya era mala suerte– pero sí a una explosión minera que fue capaz de crear una aleación de acero que ha pasado por roca sideral durante más de 50 años.
Pese a que no había testimonios sobre el hallazgo de la pieza, nadie dudaba de que el meteorito de
Los Blázquez era lo que parecía, principalmente porque lo había catalogado el padre de la Geología española,
Casiano del Prado, fallecido en 1866. Los descubridores de la infamia han sido
Rafael Lozano y
Tomás Crespo, conservadores del museo y responsables de la catalogación de sus fondos, entre ellos de los más de 20 meteoritos que exhibe.
Estos dos científicos ya habían analizado y catalogado otra roca que cayó en 1947 sobre la localidad leonesa de Reliegos, y, sin sorpresas, comprobaron que era de verdad. Sin embargo, todo empezó a fallar cuando le metieron mano al de Los Blázquez. Según Lozano, lo raro de antemano era que no existía ningún meteorito parecido en todo el mundo y que la roca había resistido un viaje a miles de kilómetros por hora a través del espacio, la entrada en la atmósfera terrestre a miles de grados centígrados y el castañazo contra el Valle del Guadiato sin rasguños aparentes. Sin embargo, la primera sorpresa fue que, siendo presuntamente siderita (hierro y níquel), la roca no respondía a las pruebas magnéticas.
La segunda prueba costó más trabajo. Armados con una sierra de coste diamantado, los científicos tardaron más de una hora en cortar una lámina porque el presunto meteorito era de una "dureza increíble" y tras pasar la roca por los rayos X comprobaron que aquello no era otra cosa que una aleación industrial.
Por ello, el valor de error histórico del fragmento, de color negro en todas su facetas menos en una que es amarillo y de 224 gramos de peso, hace que el museo haya decidido seguir conservándolo en su colección, aunque con una ficha muy distinta a la que tenía hasta ahora.
Más información en
ABC
Enlace
2005-06-14, 10:57 | 0 comentarios