Messier y
Messier A se encuentran situados en el
Mare Fecunditatis, los dos tienen una atípica forma elongada, el primero de 9 x 11 km y el segundo de 13 x 11 km.
La imagen de la derecha está realizada con el
Celestron 9,25 y la webcam
Philips TouCam Pro II. En ella se aprecia el sistema de rayos paralelos que parten del cráter
Messier A. Sobre el origen de estos cráteres de extraño aspecto se han elaborado numerosas teorías, algunas de ellas realmente disparatadas, como las del observador planetario
Valdemar Axel Firsoff que creía que el cráter
Messier A (conocido antes como
Pickering) se estaba desplazando hacia el este, o la del coleccionista de meteoritos
Harvey Nininger que propuso que el choque del meteorito que lo produjo entró por un lado y salió por el otro, creando un túnel que los comunicaba.
La explicación más admitida en la actualidad es que el proyectil que formó
Messier tenía una inclinación rasante (1º a 5º) y se fragmentó, produciendo en el rebote el cráter
Messier A y el sistema de rayos. Los experimentos realizados en laboratorio por
Gault y
Wedekind avalan esta tesis.
Imagen tomada por el Apollo XV
El primero en llamar la atención sobre el aspecto cambiante de la forma y el tamaño de
Messier y
Messier A fue
Schroeter, dichas variaciones fueron confirmadas por
Gruithuisen quien propuso un origen artificial a los rayos paralelos que parten del cráter y de otros como
Webb,
Neison y
Elger. Pero fue
William Henry Pickering quien realizó las observaciones más precisas de esta pareja de cráteres. En sus cuadernos de observación anotó cambios en la forma y el tamaño de estos cráteres, la única explicación plausible que
Pickering adujo fue la deposición y evaporación alternativa de hielo en la superficie de estos cráteres, a pesar de que muchos de sus contemporáneos estaban convencidos que dichas supuestas variaciones eran perfectamente explicables con los cambios de iluminación y su peculiar topografía. Aunque en la actualidad nos puedan sorprender estas ideas sbre hielos y nieve en la Luna, debemos tener en cuenta que a finales del siglo XIX muchos astrónomos creían que las temperaturas en la superficie lunar eran muy frías incluso a mediodía.
La noche ideal para observar esta formación es la cuarta noche a partir de la Luna Nueva, momento en que también podremos aprovechar para observar la luz cenicienta.
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2005-06-19, 22:26 | 0 comentarios