Dispersas alrededor de nuestro planeta hay cientos de criaturas que han estado en la Luna y han regresado. Ninguna de ellas es humana. Superan en número a los astronautas activos por un factor de 3 a 1. Y la mayoría se encuentra perdida.
Son árboles. "Árboles Lunares".
La historia comienza en 1953 cuando
Stuart Roosa aterrizó con un paracaídas sobre un incendio forestal. Poco antes había aceptado un trabajo de verano como "bombero-paracaidista" del Servicio Forestal de los EE.UU., y solía lanzarse con paracaídas sobre incendios para luego luchar hasta apagarlos. El espíritu de aventura fue probablemente lo que atrajo a
Roosa por primera vez a este trabajo, pero pronto se dio cuenta de que también lo hacía porque amaba los bosques. "Mi padre sentía gran afinidad por los campos abiertos", recuerda el Teniente Coronel de la Fuerza Aérea Estadounidense
Jack Roosa, hijo de Stuart. "Continuamente se acordaba de los altísimos pinos Ponderosa que tanto admiró durante sus días de bombero-paracaidista".
Trece años más tarde, la
NASA invitó a
Roosa, quien para entonces ya era piloto de pruebas de la Fuerza Aérea, a unirse al programa de reclutamiento de astronautas.
Roosa,
Ed Mitchell y
Al Shepard formaron la primera tripulación del
Apollo XIV, programado para lanzamiento en 1971.
"A cada astronauta del Apollo se le permitió llevar consigo un pequeño número de objetos personales a la Luna". Sus PPK (siglas en inglés de Personal Preference Kits ó Estuches de Objetos Personales) muy a menudo iban llenos de baratijas: monedas, sellos o parches de misión.
Al Shepard llevó pelotas de golf. A bordo del
Gemini III,
John Young llevó un emparedado de carne a la pimienta. "Mi padre escogió árboles", dice Jack. "Era su manera de rendir tributo al
Servicio Forestal de los EE.UU.".
Y el Servicio Forestal quedó encantado.
"Fue en parte ciencia y en parte publicidad", comenta
Stan Krugman, quien era director de personal del área de investigaciones en genética forestal, del
Servicio Forestal de los EE.UU. en 1971. "Los científicos deseaban averiguar qué les ocurriría a las semillas si hicieran un viaje a la Luna. ¿Germinarían? ¿Se desarrollarían como árboles normales?" En aquellos días los biólogos habían llevado a cabo muy pocos experimentos en el espacio. "También deseábamos regalar las semillas como parte de la celebración de nuestro Bicentenario en 1976".
El propio
Krugman seleccionó las variedades: secoyas, pinos amarillos, sicomoros, abetos de Douglas y robles. Escogí las secoyas porque son muy conocidas, y las otras porque crecen muy bien en muchas partes de los Estados Unidos", explicó. "Las semillas provenían de dos institutos de genética del Servicio Forestal. En la mayoría de los casos, conocíamos a sus progenitores (un requisito clave para cualquier estudio genético posterior al viaje)".
El 31 de enero de 1971, el
Apollo XIV despegó de la Tierra. Soló
Shepard y
Mitchell caminaron sobre la Luna. El 5 de febrero los astronautas alunizaron con su famoso módulo lunar
Antares en
Fra Mauro, un área montañosa donde
Shepard lanzó sus famosas pelotas de golf, usando una herramienta para geología como palo.
Roosa permaneció en órbita como piloto del módulo de comando de la misión, el
Kitty Hawk. Dentro de su estuche personal había un cilindro de metal de 15 por 8 cm, lleno de semillas. Juntos, dieron 34 vueltas alrededor de la Luna.
El
Apollo XIV fue un éxito. Los científicos se encontraban encantados con los experimentos de geología de la misión y estaban ansiosos por estudiar los 43 kilogramos de rocas lunares recolectadas por
Shepard y
Mitchell.
Krugman estaba igual de ansioso por estudiar las semillas.
"Un incidente llegó a preocuparnos", recuerda
Krugman. Durante los procedimientos de descontaminación, el cilindro con las semillas fue expuesto al vacío y se abrió. Las semillas se dispersaron y resultaron dañadas. "No estábamos seguros de que aún fuesen viables", dice. Manualmente,
Krugman separó cuidadosamente las semillas por especies y las envió a los laboratorios del Servicio Forestal en Mississippi y California. A pesar del accidente, casi todas las semillas germinaron. "Teníamos cientos de brotes que habían estado en la Luna. Treinta y un años después,
Krugman aún se emociona.
Durante los años que siguieron, los árboles progresaron mientras los científicos los observaban. "Los árboles crecieron normalmente. Se reprodujeron con árboles comunes terrestres, y sus descendientes, llamados árboles semi-lunares, fueron también normales". (Sin embargo, señala que los análisis de ADN no se hacían de forma rutinaria a principios de los años 70, y por ello los árboles lunares no fueron analizados con este procedimiento. Es posible que existan diferencias sutiles aún por descubrir).
Finalmente, en 1975, se encontraban listos para salir del laboratorio. "Fue entonces cuando las cosas se descontrolaron", dice.
Todo el mundo quería un árbol lunar. En 1975 y 1976, algunos árboles fueron enviados a la Casa Blanca, a la Plaza de la Independencia en Filadelfia, y al Valle de Forge. "Un árbol fue enviado al emperador del Japón. Los senadores querían árboles para inaugurar edificios. Incluso hicimos algunas plantaciones en Nueva Orleans porque el alcalde, de apellido Moon (Luna en inglés), quería algunos", dice
Krugman. Había tantas solicitudes que "tuvimos que producir brotes adicionales a partir de injertos de los árboles originales".
Nadie se preocupó de llevar un registro sistemático, anota
Dave Williams. Por esto, la localización de los árboles lunares es hoy en día casi totalmente desconocida.
Uno de ellos fue a un campamento de las Niñas Exploradoras en Cannelton, Indiana, donde la maestra de tercer grado
Joan Goble lo encontró en 1996. (Ella sabía que era un árbol lunar porque un letrero así lo indicaba. La mayoría de los árboles lunares fueron plantados como parte de una ceremonia; por esto, usualmente hay alguna señal o placa cerca que los identifica). "Mis estudiantes lo adoran", dice. "Parece un árbol ordinario, pero ellos sienten que es especial porque viajó a la Luna".
Jack Roosa se ha hecho desde entonces amigo de la clase de Goble, animando a los niños a explorar y a aprender, como lo hizo su padre.
Cuando Goble se puso en contacto con
Dave Williams para pedirle más información sobre los árboles lunares, éste no sabía nada al respecto. Como muchas otras personas que eran aún muy jóvenes en la década de los setenta,
Williams nunca había oído hablar de tales árboles, pero pronto se convirtió en un entusiasta. "Encontré un árbol lunar en Goddard, justo al lado de mi oficina", ríe. "No tenía idea de que estaba allí".
A menudo, es así como son descubiertos: por accidente.
Williams ahora mantiene un portal de Internet donde se encuentra una
lista de todos los árboles conocidos. Si de repente, usted se encuentra con uno, póngase en contacto con Dave. Él investigará el hallazgo y lo agregará a su colección, si es que es auténtico.
Los árboles lunares son de larga vida, añade
Krugman. Las secoyas pueden durar miles de años, y los pinos tienen una expectativa de vida que se mide en siglos. De hecho, ya han vivido más que
Stuart Roosa y
Al Shepard, dos de los humanos que los llevaron consigo a la Luna.
Dice Jack, "creo que mi padre siempre pensó que éstos árboles servirían como un recuerdo imperecedero y viviente de la conquista más grande de la humanidad: las misiones tripuladas a la Luna". Desde luego, si los humanos no regresan pronto, los árboles lunares podrían ser los únicos seres vivientes que hayan visitado la Luna. Esto es algo que probablemente Stuart nunca se habría imaginado.
Jack, sin embargo, es optimista: "Estos árboles estarán aquí dentro de 100 años", dice. "Para entonces yo creo que estaremos plantando árboles marcianos justo al lado de ellos".
Adaptado de En busca de los árboles lunares
Se pueden comprar semillas procedentes de la tercera generación de árboles lunares en
Historic Tree Nursery Store.
Más información en
BBC News.
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2005-08-03, 20:45 | 2 comentarios