En
mi reciente viaje a Londres dediqué una mañana a visitar el interesantísimo
Science Museum.
El museo está dividido en varias áreas de conocimiento, desde los inicios de la informática (como curiosidad hay que señalar que conservan en formol el cerebro de
Charles Babbage, precursor de las calculadoras) hasta los viajes espaciales. Hay secciones sobre ciencia de los materiales, telecomunicaciones, agricultura, medida del tiempo, matemáticas, ingeniería naval, calor y temperatura, geofísica y oceanografía, historia de la medicina y la veterinaria, la ciencia del siglo XVIII...
A diferencia de otros museos de la ciencia que he visitado, en éste hay muchos objetos en vitrinas, es más un museo de historia de la ciencia con muchísimos objetos históricos que un museo con experimentos para
tocar. Aunque también hay algunas secciones muy interactivas.
El museo es enorme, así que sólo dedicaré el artículo a algunos objetos interesantes desde el punto de vista astronómico.
Lo primero que me sorprendió encontrar en el museo ha sido el espejo del famoso telescopio del tercer
Earl of Rosse, durante 50 años, a mediados del siglo XIX, fue el espejo más grande del mundo. Es sabido que los telescopios de espejo son capaces de captar más luz que los telescopios refractores, así que este telescopio no tenía rival. Eso sí, apuntar al objeto deseado era todo un desafío.
También se conserva uno de los espejos de los telescopios de
William Herschel, descubridor de Urano, por cierto que el barrilete de este telescopio se puede ver en el patio del
Royal Observatory de Greenwich. Puede verse en la penúltima fotografía del artículo de
Greenwich. Además puede verse la rudimentaria herramienta que el genial astrónomo utilizó para pulir espejos.
El estudio de la geometría de las órbitas ha sido una de las tareas fundamentales de los astrónomos, pero dibujar elipses no resulta fácil con regla y compás, así que se han construido ingeniosos aparatos para su trazado, como este precioso elipsógrafo de
Klugh de 1926.
El museo cuenta con una interesante colección de
globos celestes. Entre ellos me ha llamado la atención este precioso globo terráqueo del siglo XVIII cuya tapa incluye el cielo de los hemisferios norte y sur.
También hay una nutrida exposición de planetarios mecánicos (orreries, llamados así por
George Graham, inventor del dispositivo, hacia el año 1700, en honor de su patrocinador
Charles Boyle, IV conde de
Orrery), aparatos de relojería que resultaban auténticas obras de arte, algunos tan caros que equivalían al salario de un médico durante cinco años, claro está que sólo los miembros de la realeza podían permitirse el capricho.
Una de las secciones que más me ha gustado ha sido la de la colección de globos lunares y planetarios del museo. Aunque ya
Christopher Wren había fabricado un globo lunar, hasta 1797 no se publicó el primero. Fue obra de
John Russell, un afamado retratista y buen astrónomo. Ayudado por su hija y usando un pequeño telescopio,
Russell realizó un detallado mapa lunar que fue grabado e impreso en un globo. Además del globo de
Russell pueden verse otros modelos posteriores. En el siglo XIX volvió a ponerse de moda el estudio de la Luna y de esta fecha data un precioso globo lunar obra de
Emile Bertaux bajo la dirección de
Camille Flammarion. Está basado en el mapa lunar de 1887 del astrónomo francés
Casimir Gaudibert y en la cara oculta muestra un listado con 343 formaciones.
El primer globo integral de la Luna es, como no podía ser de otro modo, ruso. Aunque hay partes en blanco, la zona conocida de la cara oculta ya muestra los consabidos nombres soviéticos.
Y siguiendo con la Luna, otro objeto de culto:
Charlie Brown, el módulo de comando del
Apollo X, la nave que llevó a orbitar alrededor de la Luna a
Thomas Patten Stafford,
John Watts Young y
Eugene Andrew Cernan prácticamente un mes antes del alunizaje de
Neil Armstrong.
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2006-08-18, 13:36 | 6 comentarios