El nombre de
William Henry Pickering ha pasado a la historia de la Astronomía por el descubrimiento en 1898 de
Febe, el noveno satélite de
Saturno. Nacido en 1858 en Boston, era hermano de
Edward Charles Pickering (1846-1919), uno de los astrónomos más respetados de su época.
Pickering era un observador habilidoso y perseverante, tenía habilidad matemática y cierto talento literario, pero adolecía de una virtud esencial: juicio sano. De hecho, es recordado fundamentalmente por sus disparatadas teorías que impidieron que la comunidad científica lo tomase en serio.
Gracias al legado de una suma de más de 230.000 dólares, donado por
Uriah Boyden, un ingeniero de Boston, estableció un observatorio en las proximidades de Arequipa (Perú), del que fue su primer director. Su hermano, que había sido artífice de este nombramiento, le había encargado la creación de nuevas cartas del cielo austral y de la obtención de un gran número de espectros estelares pero, desde el principio, comenzó a dedicar la mayor parte de su tiempo a la observación de la
Luna y de los planetas. Desde una posición privilegiada, con un refractor de 13 pulgadas de los prestigiosos
Alvan Clark & Sons instalado a 2500 metros de altitud sobre el desierto, disfrutaba de un
seeing excelente la mayor parte de las noches.
A pesar de haber revolucionado con su hermano las técnicas aplicadas a la fotografía de nebulosas y estrellas, prefirió utilizar el ojo para el estudio de los detalles lunares y planetarios. Su hermano estaba desesperado por no recibir ni una sola fotografía y le envió un telegrama expeditivo que decía:
”Photograph with the thirteen inch”. Le siguieron otras cartas de petición en tono más suave, pero fueron en vano.
Durante su segundo año en Perú se centró en el estudio de
Marte, que en 1892 estaba posicionado mucho más favorablemente para los observadores del hemisferio sur. Al igual que el astrónomo italiano
Giovanni Schiaparelli,
Pickering también observó líneas en la superficie que se intersecaban en zonas más oscuras que denominó “lagos”, y como tales los describió en una serie de artículos enviados al
New York Herald. La polémica estaba servida y su hermano le escribió para pedirle moderación en sus interpretaciones.
A finales del mismo año tuvo ocasión de observar una ocultación de
Júpiter por la
Luna e interpretó erróneamente una ilusión óptica que se produce al observar dos objetos de distinta luminosidad como una evidencia de que la Luna tenía atmósfera. No fue el último de sus desvaríos, tras dedicar muchos esfuerzos a la observación de una serie de parches oscuros que aparecían sobre el cráter
Eratóstenes y que parecían desplazarse, aseguró que se trataba de nubes de insectos que se desplazaban por la superficie del cráter. Al mismo tiempo sugirió que desde la
Luna también podrían verse con un telescopio las migraciones de los búfalos en Norteamérica.
También detectó la presencia de vegetación y de tormentas de nieve sobre los picos centrales de
Theophillus,
Plinius,
Alphonsus y
Bullialdus. A pesar de que la comunidad científica fue muy escéptica, sus artículos en periódicos tuvieron mayor eco en la sociedad. Recordemos que fueron los años de la publicación de
La Guerra de los Mundos de
Herbert George Wells y la sociedad era muy receptiva a este tipo de asuntos.
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2006-09-23, 20:14 | 2 comentarios