El reinado de Carlos III supone para España una época de esplendor y desarrollo, acompañada de un crecimiento de la población y una mejora del nivel económico del país. El rey emprende un gran proyecto cultural en la capital del reino encaminado a ponerse a la altura de otras grandes ciudades europeas como París o Londres. Por consejo del marino Jorge Juan, decide fundar un observatorio astronómico y encarga en 1785 a Juan de Villanueva, Arquitecto Mayor del Rey, el proyecto del edificio. Recordemos que a Juan de Villanueva corresponden también las obras del Museo del Prado, el Jardín Botánico, el Oratorio del Caballero de Gracia y la Academia de la Historia.
El emplazamiento elegido será el cerrillo de San Blas, en las inmediaciones del Prado, un lugar de esparcimiento y recreo en la época. Además, era uno de los puntos más altos de la ciudad, aunque en la actualidad los edificios de los alrededores ocultan la visión parcialmente. Como se puede apreciar en el siguiente grabado, en su época gozaba de un horizonte despejado, ideal para la observación astronómica.
El edificio principal tiene planta en forma de cruz, el cuerpo central es un salón circular al que se le adosan dos salas laterales. Una de ellas conserva en la actualidad la biblioteca y en la otra se encuentran los instrumentos de observación. Del centro de la cúpula cuelga un Péndulo de Foucault.
En la época de la fundación la ciencia en España está poco desarrollada, así que para formar al personal del observatorio se mandan pensionados al extranjero. Uno de ellos será Salvador Jiménez Coronado, primer director del Real Observatorio. El principal instrumento del observatorio será un telescopio de 2 pies de abertura (61 cm de diámetro) y 25 pies de distancia focal (7,62 metros) construido por el mismísimo William Herschel, descubridor del planeta Urano y el mejor constructor de telescopios de la época. Hubo que esperar medio siglo a que Lord Rosse fabricara un telescopio superior, el gran Leviatán de Parsonstown.
El contrato y las gestiones de la construcción y embarque con destino a España se encomiendan a José de Mendoza y Ríos, una de las personalidades más fascinantes y, por desgracia, más desconocidas de la historia de la Ciencia en nuestro país. Así que conviene hacer un pequeño inciso para destacar su trabajo.
El capitán de navío José de Mendoza y Ríos fue autor de un importante libro para navegantes. Su Colección completa de tablas para los usos de la navegación y astronomía náutica, fue una obra exitosa traducida al inglés y al francés. El autor era conocido por sus investigaciones encaminadas a facilitar y mejorar la resolución de diversos problemas de astronomía náutica, principalmente los referidos a la determinación del efecto de la paralaje y de la refracción en la determinación de las distancias lunares, un método de cálculo de la longitud geográfica que se utilizaba como método auxiliar al uso de cronómetros marinos. El método de Mendoza y Ríos aparecía incluido en la mayoría de los manuales de navegación de la época de varios países.
Mendoza, nacido en Sevilla en 1763, recibió en 1789 por orden del primer ministro Manuel Godoy el encargo de reunir una colección de mapas, para el Gabinete Geográfico. Mendoza se encontraba destinado en Inglaterra para recopilar obras e instrumentos relacionados con la Marina. En Inglaterra se casó y, tras realizar su labor, no quiso regresar a España, por lo que en 1800 fue expulsado de la Marina “sin goce de sueldo, fuero, ni uso de uniforme”.
La colección de mapas reunida por Mendoza, ingresó en la Biblioteca Nacional el año 1913, procedente del Ministerio de Estado, actualmente Ministerio de Asuntos Exteriores, cuya biblioteca conservaba los fondos de la antigua Secretaría de Estado. Está compuesta por 2.405 mapas, divididos en dos series: la primera, formada por 1.697, impresos en su mayoría en Gran Bretaña, en la segunda mitad del S. XVIII; se completó con una segunda serie de 708 mapas, grabados en otros países, como Francia, Alemania, España, Rusia, etc. Los mapas se conservan en perfecto estado.
Los injustos agravios por el gobierno español junto a varios desengaños en su vida privada hicieron que se suicidara en Brighton en 1816. Había formado parte de varias academias científicas de París y Londres, entre ellas la Royal Society.
Las tablas de Mendoza muestran su capacidad teórica como uno de los grandes matemáticos de su tiempo. En la determinación del arco que iba de los Pirineos a Barcelona hizo una importante aportación técnica, ya que propuso a los académicos que el arco de meridiano Dunkerque-Barcelona se prolongara hasta las islas Baleares. La base definitiva de cálculo del futuro sistema métrico decimal quedó así encajada casi exactamente en el paralelo 45º, lo que mejoró la exactitud del resultado. También por su iniciativa se realizó la primera medición de un gran triángulo geodésico sobre el mar.
A pesar de los agravios recibidos, Mendoza cumple la tarea encomendada con acierto, aportando una detallada descripción del instrumento y veinte magníficas láminas a la acuarela que han permitido crear la réplica exacta que se exhibe actualmente en el Real Observatorio.
Además del gran telescopio, Herschel también construyó dos telescopios más pequeños del 7 pies de focal y 7 pulgadas de abertura que en la actualidad se exhiben en el salón circular del edificio Villanueva.
La puesta en servicio del instrumento llevó mucho tiempo, en parte por la escasez de medios económicos que venía sufriendo el observatorio y en parte por la muerte (tras caer de una mula en la caravana que transportaba el telescopio desde Bilbao) del instrumentista Carlos Rodríguez, el único que conocía los instrumentos de Herschel y su instalación y manejo.
Poco después vuelven los malos tiempos para el observatorio, España entre en guerra con Francia y los soldados franceses toman el Observatorio de Madrid como polvorín, quemando libros e instrumentos y destruyendo el edificio que estaba a punto de ser concluido y el gran telescopio recientemente adquirido. La guerra también supone la dispersión del personal. Por suerte, antes de la llegada de los soldados consiguieron desmontar el gran espejo del telescopio de Herschel que se salvó así de los destrozos de la guerra.
Tras un período de varias décadas en que el observatorio queda sólo para observaciones meteorológicas, las actividades vuelven a retomarse en 1845 y un año después finaliza la reconstrucción del edificio. En 1854 se instala el círculo meridiano de Repsold y en 1858 el anteojo ecuatorial Mertz, iniciándose una etapa de trabajos astronómicos, geodésicos y meteorológicos. Esta nueva etapa tiene un curioso detonante, en 1835 reaparece el cometa Halley y el interés por la astronomía se dispara.
En 1854 también se construye el edificio de viviendas para el personal del observatorio.
Tras la primera etapa en la que el Observatorio dependió directamente del rey a través de un comisario regio y, posteriormente, del rector de la Universidad Central, en marzo de 1904 el Observatorio fue agregado al Instituto Geográfico Nacional.
En sus comienzos, las actividades desarrolladas en el Observatorio cubrían todos los campos de la astronomía y ciencias afines: desde la física solar y estelar a la mecánica celeste, el desarrollo de instrumentación, conservación oficial de la Hora y las aplicaciones en geodesia. El Observatorio fue incluso encargado de realizar trabajos de meteorología (considerados entonces como un complemento de los estudios astronómicos), prolongándose la actividad en este campo hasta los primeros años del siglo XX. El 28 de mayo de 1900 se produce un eclipse total de Sol cuya franja de totalidad cruza la península. Este eclipse es el comienzo de una nueva etapa en el Real Observatorio. Para observar el eclipse se encargan dos telescopios refractores de unos 20 cm al constructor irlandés Howard Grubb.
Con este telescopio, en 1956 el NODO anunciaba que se había descubierto ¡vida en Marte!.
Poco antes de la guerra civil, el director del Observatorio, Rafael Carrasco, descubre un cometa (1932) y un asteroide Rafita (1644).
Recorte del periódico ABC, 28 de febrero de 1932
Tras la reducción de personal y medios consecuencia de la guerra civil, el Observatorio conoce una nueva etapa de modernización y expansión en la década de 1970. Es entonces cuando se crean el Centro Astronómico de Yebes, en la provincia de Guadalajara, y la Estación de Observación de Calar Alto, en Almería, en la que se instala un telescopio óptico de 1,52 m de apertura.
El museo del Real Observatorio conserva una interesante colección de instrumentos astronómicos, meteorológicos, topográficos y sismográficos. Uno de los más curiosos es un globo lunar construido en Londres por J. Russell, este modelo didáctico pedagógico, representa la cara visible de la Luna en la que se muestran los accidentes geográficos conocidos con los telescopios de la época. El interés del modelo radica en el hecho de que los mecanismos de rotación muestran el por qué siempre se ve la misma cara de la Luna, así como el cabeceo del eje de rotación (movimiento de libración) que hace que sean visibles o no zonas polares al norte y al sur de la misma.
También se conserva la regla Ibañez-Saavedra con la que se midió la base fundamental de la Geodesia española, en una llanura de unos 14,5 km cerca de Madridejos (Toledo), una tarea colosal que exigió tres años de trabajo. La regla mide cuatro metros de longitud y es un prodigio de la técnica. Está fabricada con dos metales para conseguir unos coeficientes de dilatación muy precisos y estables. Gracias a ella se tomaron las medidas que sirvieron de base para la triangulación del mapa de España.
Las etapas históricas del Observatorio Astronómico de Madrid. Cristina Guijarro Bueno (PDF) Real Observatorio de Madrid (Wikipedia)
Astronomía en la Casa de las Aguas. Paco Bellido. Artículo publicado en la revista AstronomíA, nº 118 (abril de 2009).
El Real Observatorio Astronómico de Madrid (1785-1975). Manuel López Arroyo. Ministerio de Fomento, Madrid 2004.
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Fantástico trabajo. Las fotos están increíbles y la información muy completa. Enhorabuena. Me queda la duda de si los telescopios están operativos y preparados para su utilización.
No, ninguno de los telescopios está operativo. Los pequeños no tienen espejo y la réplica tampoco. Aunque el espejo original se conserva en una vitrina, como se puede ver. Tampoco se conservan, que yo sepa, los oculares.
No me he detenido mucho en el diseño de los telescopios por no alargar el artículo, pero el grande es bastante curioso. No tiene un diseño newtoniano clásico, sino herscheliano. El ocular se coloca en la misma boca del objetivo:
Hola Paco,,un articulo estupendo y muy bien trabajado,,me ha encantado,sobre todo lo bien que lo explicas..
Muchas gracias por compartirlo y mi más enhorabuena,,,
Mil gracias por el artículo, que me ha parecido interesantísimo. Rescatar nombres para la historia de la ciencia es, en sí mismo, un gran trabajo; si además la crónica está bien escrita, y las fotografías son buenas, queda todo muy redondo.