Los
tránsitos de Venus son un vistoso fenómeno astronómico que se produce por parejas con un intervalo de 8 años y que se repite tras períodos alternativos de 121,5 años y 105,5 años (el próximo 6 de junio, precisamente, tendremos oportunidad de observar el último tránsito de
Venus de nuestras vidas, aunque solo será visible en el noreste de la Península). Por el contrario, los
tránsitos de Mercurio son mucho más habituales, en promedio
Mercurio pasa unas 13 o 14 veces por delante del Sol cada siglo. El último fue en noviembre de 2006, para el próximo habrá que esperar hasta 2016. Como curiosidad, hay que señalar que los tránsitos de
Mercurio siempre tienen lugar en los meses de mayo o noviembre. El 7 de noviembre de 1914 el pintor italiano
Giacomo Balla (1874-1958) fue testigo de uno de estos pasos, evento que quedó para la historia en una serie de cuadros. Las obras demuestran el interés del pintor por los fenómenos científicos, algo propio de su primera fase futurista, un movimiento del que se desligaría en los años treinta. No era la primera vez que
Balla se interesaba por la astronomía, en 1910 había pintado
La constelación de Orión y en 1913
Órbitas celestes.
La costellazione di Orione (1910) - Óleo sobre tela - 99 x 69,2 cm
Orbite celesti (1913) - Óleo sobre tela - 99 x 69,2 cm
El
futurismo fue un movimiento de vanguardia nacido en una época de orgullo nacionalista, fue una corriente que despreciaba el pasado y que fomentaba el culto a la máquina, la velocidad y el progreso. Para
Marinetti, autor del
Manifiesto futurista, “
un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia”. Los futuristas pretendían devolver a Italia el importante papel que había desempeñado en la historia del arte, pero renegando de todo lo anterior, para los seguidores de este movimiento los museos no eran sino cementerios de arte. Para ello tuvieron que crear un lenguaje pictórico desde cero, convirtiéndose en una de las primeras vanguardias artísticas del siglo XX cuyos ecos todavía resuenan.
El dinamismo y la velocidad son los dos elementos fundamentales de este nuevo lenguaje artístico. Este dinamismo resulta patente en la serie
Mercurio pasando por delante del Sol visto a través del telescopio, las líneas del cuadro dirigen la vista hacia el disco amarillo del Sol en el que se puede ver un pequeño punto que corresponde al planeta. En su afán por plasmar simultáneamente varios movimientos, el pintor añade brochazos de color blanco que representan el dolor que siente al mirar al Sol directamente sin ayuda del cristal ahumado. El cono verde podría hacer referencia a un efecto de la retina al mirar por el telescopio.
Balla consigue la sensación de movimiento gracias al uso de planos transparentes y formas curvas y rectilíneas.
Giacomo Balla - Mercurio pasa delante del Sol visto al telescopio (Mercurio transita davanti al sole visto dal cannochiale), 1914 - Témpera sobre cartón entelado, 120 x 100 cm - Colección Gianni Mattioli - Préstamo a largo plazo a la Colección Peggy Guggenheim, Venecia - © Giacomo Balla, by SIAE 2011
Elica Balla explicaba así el trabajo de su padre “
Con toda calma se preparó un vidrio ahumado para observar con el catalejo el tránsito de Mercurio por delante del Sol. El fenómeno astronómico es raro y Balla, apasionado de la astronomía, no quiere perdérselo. Y traza diseños y bocetos en los que se siente un artista que busca representar los objetos con una técnica casi aérea, no compacta. Después pinta dos témperas grandes, una más complicada que la otra, más sintética, con líneas que dan la sensación de movimiento del observador al telescopio, que se representa visto desde fuera y desde dentro. Estas líneas se compenetran con el instrumento y el Sol. El Sol blanco, que fuera del ocular hiere la vista, contrasta con el color naranja del globo enfocado a través del vidrio negro. Las formas y los colores constituyen un complejo pictórico nuevo...ya no se trata de un instrumento pobre, es un ojo más potente que el del hombre y permite capturar en su campo visual un pequeñísimo planeta mientras pasa por delante del disco amarillo del Sol”.
Esta serie de cuadros de
Giacomo Balla, constituye uno de los pocos ejemplos de observación astronómica convertida en arte. En total se conservan una docena de trabajos pertenecientes a esta serie. El más conocido se encuentra en la colección
Gianni Mattioli en el
Palazzo Venier dei Leoni, la residencia de
Peggy Guggenheim situada en un enclave privilegiado del Gran Canal de
Venecia. Una segunda versión se conserva en
Viena, en el
Museum Moderner Kunst Stiftung Ludwig.
Giacomo Balla - Mercurio pasa delante del Sol visto al telescopio (Mercurio transita davanti al sole visto dal cannochiale), 1914 - Témpera sobre cartón entelado, 138 cm x 99cm - Museum Moderner Kunst Stiftung Ludwig (Viena)
Artículo publicado originalmente en mi sección La Cara Oculta en la revista AstronomíA, 152 (febrero de 2012).
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2012-03-09, 10:14 | 0 comentarios