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La estrella de la tarde” es una de mis obras favoritas de la
National Gallery, un cuadro inacabado y prácticamente vacío que, por algún extraño motivo, me resulta conmovedor. Quizás me impresiona por que supone un punto de inflexión, un cambio de época que presagia la llegada del impresionismo y de los nuevos lenguajes artísticos.
Joseph Mallord William Turner (1775-1851) es el pintor de la luz, pocos autores han sido capaces de reproducir en un lienzo tantos matices del atardecer. La luz del crepúsculo parece surgir del propio cuadro. En su época,
Turner fue un artista controvertido, pero para el espectador actual acostumbrado al arte moderno su obra tiene un encanto evidente. Para
Turner la luz es una emanación del espíritu divino, en sus pinturas más tardías el artista se vuelca en la representación de la luz sobre el agua, sobre la atmósfera y en cielos nublados al atardecer incendiados por el sol poniente. En “
La estrella de la tarde” vemos a un niño acompañado de su perro que pasea por una amplia playa. La línea del horizonte es claramente visible, pero el mar se confunde con la tierra. Si nos fijamos en el cielo podemos ver un astro solitario muy brillante. Solo puede ser
Venus, el lucero de la tarde. A pesar de ser un estudio, más que una obra acabada, el cuadro tiene un magnetismo innegable, una cualidad casi abstracta que lo hace muy atractivo. Está pintado con azules y amarillos, los dos colores más característicos de la paleta de
Turner, con capas de rosas y blancos aplicadas con espátula. La obra data de los años treinta del siglo XIX, cuando el autor ya rebasaba la cincuentena y acababa de volver de un viaje por Italia. De hecho, algunos críticos señalan que la atmósfera del cuadro recuerda la luz de la laguna de
Venecia. A
Turner le interesaban mucho los momentos de transición en la naturaleza, el paso del día a la noche.
Venus casi pasa desapercibido en el cielo, pero se ve claramente en el reflejo del agua.
Después de la
Luna,
Venus es el astro más brillante del cielo nocturno. El lucero de la tarde refleja la luz mucho mejor que la
Luna. Mientras que nuestro satélite refleja poco más del 7 por ciento de la luz recibida, el manto de nubes blanco-amarillentas de
Venus refleja casi un 80 por ciento de la luz solar.
Venus es el planeta que más se aproxima al nuestro, por tanto no resulta sorprendente que brille tanto en el cielo. Durante su fase creciente llega a alcanzar una magnitud de –4,9, un brillo tan fuerte que produce sombras en el suelo. En algunas ocasiones incluso es visible a pleno día, hecho que ha propiciado algunas anécdotas a lo largo de la historia. El astrónomo francés
François Arago relataba que durante una visita a Luxemburgo,
Napoleón se dio cuenta de que los soldados prestaban más atención al cielo que a su arenga.
Venus era claramente visible en el cielo, a pesar de ser mediodía. El emperador lo interpretó como un augurio de su victoria en Italia. En épocas más recientes
Venus ha provocado muchos avisos de avistamientos OVNI. Uno de los casos más conocidos tuvo como protagonista a
Jimmy Carter en 1969, siete años antes de convertirse en presidente de los Estados Unidos. En 1973 el
International UFO Bureau de Oklahoma City solicitó un informe oficial y de su análisis se dedujo que el objeto no identificado había sido el planeta
Venus bajo unas condiciones atmosféricas particulares.
A principios de junio el planeta pasó por delante del Sol y, a partir de este momento se convirtió de nuevo en el
Lucero del alba. Tendremos que esperar hasta abril de 2013 para volver a verlo tras la puesta de Sol y disfrutar de una estampa parecida al cuadro de
Turner.
Artículo publicado originalmente en mi sección
La Cara Oculta en la revista
AstronomíA, 156 (junio de 2012).
Artículos anteriores de la serie Historia y arte.
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2012-07-16, 09:17 | 2 comentarios