En este artículo nos dedicaremos a considerar algunos términos de uso común cuyos orígenes tienen que ver con el cielo y los astros.
La
etimología, ciencia dedicada a desentrañar el origen y evolución de las palabras, es una fuente inagotable de sorpresas. Hay numerosas palabras de uso común relacionadas de un modo u otro con la Astronomía. Algunas relaciones saltan a la vista, por ejemplo la relación entre
martes y
Marte, mientras que en la mayoría de las ocasiones el parentesco no resulta tan evidente. Un ejemplo de este último caso es el origen común de las palabras
enfermo y
firmamento.
En la frase que abre el artículo ya he utilizado un término relacionado con las estrellas, seguro que para el lector avispado no habrá pasado desapercibido el uso intencionado de
considerar. Considerar significa “
Pensar, meditar, reflexionar algo con atención y cuidado”, es una palabra derivada del latín
considerāre que, a su vez, está formada por el prefijo
con y la raíz
sidus "estrella" (que encontramos en otras palabras como sideral). Antiguamente considerar tenía el sentido de “
observar todos los astros”, “
tener en cuenta todas las estrellas” para interpretar el destino de acuerdo con la astrología, con el paso de tiempo se perdió la componente astrológica y quedó la idea de reflexión y pensamiento. No es el único ejemplo de influencia astrológica en el lenguaje, en varios idiomas europeos el término para gripe deriva de la creencia de que esta enfermedad obedecía a una mala
influencia de los astros. Así en italiano encontramos
influenza y en inglés
flu.
Cosmos es el término elegido por
Carl Sagan para la legendaria serie que tantos aficionados atrajo a la Astronomía, la palabra deriva del griego κόσμος (kosmos) con el sentido original de “
orden” o “
armonía” pero evolucionó con dos significados paralelos, el primero de ellos hacía referencia a la idea del universo como un todo ordenado y armónico; la segunda acepción aludía al orden o armonía en el vestido de la mujer, de donde deriva el término
cosmética. No conviene olvidar que orden y belleza eran dos caras de la misma moneda para los griegos. Con el inicio de la carrera espacial los rusos recuperaron esta raíz y llamaron a sus pioneros espaciales
cosmonautas (
космонавт) en contraposición a los astronautas americanos. Estas dos palabras comparten la raíz –nauta que como es fácil adivinar procede del nombre latino para un barco o nave:
navis. Esta raíz también la encontramos en términos tales como
naviera,
navegación o
naufragio, pero también en
náusea o
nauseabundo, ya que los griegos llamaron
ναυσία (nausía) a las ganas de vomitar que produce el balanceo del barco a las personas no habituadas a navegar.
También en el árabe abundan los términos con origen curioso. En la jerga astronómica abundan las palabras procedentes del árabe, por ejemplo
cénit,
azimut,
nadir. Buena parte de los nombres de estrellas que han llegado hasta nuestros días tienen su origen en la astronomía árabe siendo sencillamente términos descriptivos de la posición de la estrella “el hombro del gigante”, “la cola del león”, etc. Los puntos cardinales este (
شرق - ¨arqíyya) y oeste (
غرب - garb) dan lugar a los topónimos
Axarquía y
Algarve.
Cada verano el termómetro bate récords en mi ciudad, la canícula cordobesa no es apta para pusilánimes.
Canícula es un diminutivo de can, deriva de la palabra
canis (perro en latín) y actualmente se utiliza con el sentido de “
período del año en que es más fuerte el calor”. El perro al que hace referencia el término es
Sirio, la estrella más brillante del Hemisferio Norte, en la constelación del
Can Mayor. Hace algunos siglos el verano del hemisferio boreal coincidía con el orto helíaco de Sirio, es decir, cuando la estrella salía y se ponía al mismo tiempo que el sol. Este periodo iba del 22 de julio al 23 de agosto, coincidiendo con la época de más calor de todo el año. El efecto de la precisión de los equinoccios ha hecho que en la actualidad Sirio se haya retrasado respecto al Sol, de modo que ahora hay que esperar hasta finales de agosto para verla aparecer en el cielo matutino.
El Hemisferio Norte también se conoce como hemisferio septentrional. El término
septentrional hace referencia a los siete (
septen) bueyes (
trionis), las siete estrellas más fácilmente reconocibles de la
Osa Mayor. Así que en español y otros idiomas de origen latino utilizamos
septentrión como sinónimo de norte y el adjetivo
septentrional para señalar algo que queda hacia el norte.
La
Osa Mayor y la
Osa Menor son dos de las constelaciones que primero aprende todo aficionado a la astronomía, ya eran conocidas por este nombre en la época de
Homero. En griego oso se dice
ἄρκτος (arktos) y desde tiempos inmemoriales los marinos europeos utilizaron estas constelaciones para orientarse, por tanto el adjetivo
ἄρκτικός (arktikós) pasó a referirse a todo lo relativo al norte, de donde deriva nuestro término
ártico. Si prolongamos el arco que forma la cola de la Osa Mayor llegamos a
Arturo, “
el guardián de la osa”, la estrella principal de la constelación del
Boyero y la quinta más brillante del firmamento.
La palabra
firmamento, que utilizamos para referirnos a la bóveda celeste en que aparentemente se encuentran los astros, proviene de un error de traducción al comienzo del
Génesis. La confusión deriva de una palabra hebrea similar a otra siria de igual grafía pero significado diferente, el término original hacía referencia a “
extensión” pero los traductores griegos la confundieron con “
solidez”, error que
San Jerónimo, a la sazón patrón de los traductores, reprodujo en su
Biblia Vulgata. Del latín
firmus también proceden términos tales como
afirmar,
confirmar,
firmar; pero también
enfermo, por anteposición del prefijo in al término
firmus. Por tanto, un enfermo es quien es incapaz de mantenerse firme.
Otro buen ejemplo de término etimológicamente prolífico es la voz latina
merx, mercis (mercancía) que encontramos en palabras como
mercar,
comercio,
mercado o
mercader. La misma raíz latina aparece en el nombre de
Mercurio, el dios romano del comercio y también el del planeta más próximo al Sol. Desde la antigüedad cada día de la semana se ha asociado a uno de los planetas visibles a simple vista, nuestro actual miércoles corresponde al
dies mercurii (día de Mercurio). Los alquimistas medievales también asociaron los siete metales clásicos a cada planeta: el Sol con el oro; la Luna con la plata; el cobre con Venus; el hierro con Marte; el estaño con Júpiter y el plomo con Saturno. Así que tampoco es de extrañar que el azogue, el fascinante metal líquido que encontramos en los termómetros, se conozca actualmente con el nombre de mercurio.
Para saber más:
Parentescos insólitos del lenguaje, Fernando A. Navarro, El Prado, 2002.
Artículo publicado originalmente en dos partes en mi sección
La Cara Oculta en la revista
AstronomíA, 159 (septiembre de 2012) y 160 (octubre de 2012).
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2012-11-06, 12:28 | 7 comentarios