Entre el inicio del pontificado del papa
Pío IV en 1560 y la firma de la
Paz de Westfalia en 1648, la iglesia llevó a cabo un inmenso esfuerzo por renovar la fe católica y por poner freno al avance de las doctrinas protestantes. Esta
Contrarreforma tuvo una influencia tremenda en todos los aspectos sociales de la época: en la política, en el culto, en las festividades, en el arte (con el advenimiento del Barroco) y, como no podía ser de otro modo, también en la Astronomía.
Poco después del
Concilio de Trento, el papa
Papa Gregorio XIII dicta la bula
Inter Gravissimas que pondría los cimientos de la renovación del calendario juliano. Era necesario hacer concordar la fecha de la celebración de la Pascua con los fenómenos celestes. Numerosos astrónomos se dedicaron a la reforma gregoriana, para ello comenzaron a estudiar en detalle los movimientos del Sol sirviéndose de
meridianas y
otros ingeniosos instrumentos.
El segundo aspecto de la
Contrarreforma que acabó por afectar a la astronomía fue mucho menos agradable, en la sesión XVIII del
Concilio de Trento, celebrada el 26 de febrero de 1562, se estableció la necesidad de una lista de libros prohibidos que velase por el correcto adoctrinamiento de los fieles. En el
Index librorum prohibitorum et expurgatorum acabarían por estar las obras fundamentales de la revolución copernicana, no solo
De revolutionibus orbis coelestium de
Copérnico, también las obras de
Galileo y de
Kepler. La lista oficial se mantuvo en vigor hasta fechas muy recientes (14 de junio de 1966) y los atrevidos que osaban leer libros prohibidos eran excomulgados.
Entre las medidas que se decidió adoptar en el
Concilio de Trento destacan la revitalización de la meditación y la oración, así como el control de las pasiones de los individuos; el examen cotidiano de la conciencia y la confesión; la celebración de fiestas anuales en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María. En este sentido los curas debían formarse y ser capaces de determinar por sus propios medios la fecha de las principales festividades. En definitiva, cualquier aspecto que sirviera para acercar al individuo a Dios era bienvenido. Es en este contexto donde debemos enmarcar la obra de
Julius Schiller, un abogado y astrónomo aficionado alemán que en 1627, el mismo año de su muerte, publicó
Coelum Stellatum Christianum. En esta obra sustituye las constelaciones clásicas por personajes y elementos de la Biblia o de la tradición católica. El atlas de
Schiller consta de 54 constelaciones divididas en dos hemisferios, las situadas al norte de la eclíptica están dedicadas al Nuevo Testamento y las situadas al sur al Antiguo Testamento.
Schiller contó con la ayuda de
Johann Bayer, que en 1603 había publicado
Uranometría, una de las obras principales de la Edad de Oro de la cartografía celeste. Los jesuitas
Johann Baptist Cysat,
Paul Guldin y
Matthew Rader convirtieron las constelaciones griegas en sus contrapartidas judeocristianas.
Wilhelm Schickard, astrónomo y profesor de lenguas orientales de la Universidad de Tubinga, proporcionó la tabla con el alifato árabe y los nombres de las estrellas y las constelaciones.
Kaspar Schecks colocó las estrellas sobre las planchas de cobre,
Johann Mathias Kager dibujó las figuras de las constelaciones y
Lucas Kilian realizó los grabados. Por último,
Jacob Bartsch, yerno de Kepler, proporcionó diversas tablas astronómicas y supervisó la publicación de la obra tras la muerte de
Schiller.
A pesar de que, afortunadamente, la propuesta de
Schiller pasara sin pena, ni gloria, hay que reconocer que los mapas tienen una calidad indudable, la graduación de las magnitudes esterares es bastante buena, se incluyen tres estrellas nuevas (por ejemplo la nova que apareció en 1604 en
Ofiuco), así como algunas nebulosas recién descubiertas con el telescopio. De hecho, el mapa de
Schiller es el primero en el que aparece representada la
Nebulosa de Andrómeda (M31), aunque esta galaxia tan conocida es visible a simple vista,
Ptolomeo no la registró y los astrónomos medievales y renacentistas tampoco demostraron darse cuenta de su existencia.
La flecha señala la posición de la nebulosa en la constelación del Santo Sepulcro
Las doce constelaciones zodiacales son sustituidas por los doce apóstoles,aunque reemplazando a
Judas Iscariote, el discípulo traidor, por
San Matías, el nuevo apóstol elegido por sorteo para completar la docena.
San Pedro sustituye a Aries
San Andrés sustituye a Tauro
San Juan Evangelista sustituye a Cáncer
En su afán por alejar todo rastro de paganismo de los cielos,
Schiller también sustituyó los planetas por personajes cristianos. La eclíptica aparece en su obra como
Via Beatorum Omnium ("El camino de todos los beatos") y reemplaza al
Sol por Cristo; a
Mercurio por Elías; a
Venus por San Juan Bautista; a
Marte por Josué; a
Júpiter por Moisés; a
Saturno por Adán y a la
Luna, en fin, por la Virgen María.
Algunas de las constelaciones conservan parte de la simbología antigua, aunque siempre adaptada a la tradición cristiana. Es el caso, por ejemplo, de
Corona Borealis, que se transforma en
Corona XPI Spinea, es decir, la Corona de Espinas;
Ara que se transforma en
Altare Thymiamatis (el Altar de Incienso);
Sagitta, transformada en
Clavi et Lancea XPI (los clavos y la lanza de Cristo);
Corona Australis convertida en
Diadema Salomonis (la Diadema de Salomón). Lo mismo ocurre con
Argo Navis, el barco de los argonautas, una antigua constelación descrita por
Ptolomeo que
Schiller transforma en otro barco mítico: el Arca de Noé. En la actualidad esta constelación está dividida en las constelaciones de
Carina (la Quilla),
Puppis (la Popa) y
Vela (la Vela) a raíz de los cambios introducidos en el siglo XVIII por
Nicolas-Louis de Lacaille.
Todo lo contrario sucede con la constelación schilleriana
Columba Noachi (la Paloma de Noé), que
Augustin Royer introducirá como constelación independiente del
Can Mayor denominándola
Columba (la Paloma) en 1679. En honor a la verdad hay que decir que
Johann Bayer, que había colaborado con Schiller, ya la había introducido en sus
mapas, pero será
Royer quien la popularice.
La constelación de
Eridano, el río, se transforma en
Transitus Israel per Mare Rubrum, es decir, el Paso de Israel por el Mar Rojo.
En las constelaciones no solo aparecen personajes, animales y objetos. También encontramos símbolos, como en el caso de la constelación de
Signum Tau (El Signo de Tau) que hace referencia a la
cruz franciscana o cruz de San Antón. Junto a esta constelación encontramos la constelación de
Eva, con la manzana en la mano.
La constelación del
Can Menor se transforma en
Agnus Paschalis (el Cordero Pascual).
En la siguiente tabla podemos ver todas las equivalencias:
Como decía antes, la obra de
Schiller no recibió una acogida muy entusiasta, ni siquiera en el seno de la propia Iglesia, quedando como una mera curiosidad sin mucho sentido práctico. Pero
Andreas Cellarius, autor de uno de los atlas celestes más hermosos de todos los tiempos, decidió recoger el cielo de
Schiller en dos láminas de su magna obra
Harmonia Macrocósmica y gracias a ello la propuesta de cristianizar el cielo consiguió una circulación mucho más amplia que en la obra original. Las siguientes imágenes se pueden ampliar bastante para ver en detalle las láminas.
Andreas Cellarius, Harmonia Macrocosmica, Clic para ampliar
Andreas Cellarius, Harmonia Macrocosmica, Clic para ampliar
Para saber más:
Coelum Stellatum Christianum se puede consultar en línea en la magnífica biblioteca virtual
Linda Hall Library.
Atlas Coelestis
Wikipedia
VAN GENT, ROBERT H. THE FINEST ATLAS OF THE HEAVENS - CELLARIUS, HARMONIA MACROCOSMICA. TASCHEN, Colonia, 2012. (
Enlace a la editorial)
KANAS, NICK. STAR MAPS. History, Artistry and Cartography. Second Edition. Springer, Nueva York, 2012. (
Enlace a la editorial)
ALLEN, RICHARD H. STAR NAMES. Their Lore and Meaning. Dover, Nueva York, 1963.(
Enlace a Google Books)
HEILBRON, J. L. THE SUN IN THE CHURCH: Cathedrals As Solar Observatories. Harvard University Press, 2001. (
Enlace a Google Books).
Enlace
2012-12-03, 11:24 | 8 comentarios