A los numerosos atractivos culturales, naturales o gastronómicos de la
comarca del Matarraña se une un cielo con poca contaminación lumínica que, según apuntan los vestigios arqueológicos, se viene observando desde hace milenios.
Recientemente he tenido ocasión de visitar la comarca de
Morella (Castellón), Terra Alta (Tarragona) y
Matarraña/Matarranya (Teruel), un territorio con vínculos históricos repartido entre tres comunidades autónomas que en la actualidad ha puesto en marcha una oferta turística conjunta bajo el lema
“Tres territorios, una misma tierra”. La comarca comparte una cultura y una forma de ser particulares, algo que queda patente en su gastronomía, en su cultura o en el idioma. Entre la amplia oferta cultural de la zona no faltan puntos de interés para el aficionado a la ciencia, como, por ejemplo, los museos paleontológicos de
Territorio Dinópolis, las tumbas íberas con orientación astronómica de Lledó o el calendario lunisolar de La Fresneda.
La Fresneda (Teruel) es una población de apenas medio millar de habitantes situada a unos cuatro kilómetros del río Matarraña, el afluente del Ebro que da nombre a la comarca. El pueblo se sitúa en la falda de un monte con restos de un antiguo castillo de la orden de Calatrava. A las afueras del pueblo hay otra elevación similar llamada Cerro de Santa Bárbara. Precisamente junto a las ruinas de la ermita dieciochesca de Santa Bárbara se encuentra uno de los enclaves arqueoastronómicos más interesantes de la Península Ibérica. El ingeniero catalán Amador Rebullida Conesa, pionero de la arqueoastronomía hispana, planteó en su obra
Astronomía y religión en el Neolítico-Bronce (Editorial Égara, 1988) que el yacimiento de La Fresneda presenta uno de los pocos ejemplos de alineaciones lunisolares de nuestro país.
La meseta de Santa Bárbara está formada por conglomerados y areniscas de unos cinco metros de espesor asentados sobre terreno arcilloso. En la piedra aparecen excavadas una serie de cazoletas, denominadas cullas en el Bajo Aragón, que vistas desde cierto lugar determinan las posiciones de la salida y puesta del Sol en los solsticios.
Los movimientos de los astros tenían una importancia fundamental para nuestros antepasados agricultores, el conocimiento del calendario permitía determinar las fechas propicias de siembra. En un terreno tan resbaladizo como el de la arqueoastronomía es muy fácil dejarse llevar por el entusiasmo y patinar estrepitosamente, pero desde mi punto de vista lo más interesante del yacimiento de La Fresneda son las posibles alineaciones lunares planteadas por Amador Rebullida. El Sol sale por el oeste solo durante los equinoccios, los solsticios marcan las posiciones más septentrional y más meridional del orto solar. Sin embargo, los puntos extremos de salida y puesta de la Luna no coinciden con estos puntos extremos de salida y puesta del Sol delimitados por los solsticios. Dado que el plano orbital de la Luna está inclinado unos 5° respecto a la Eclíptica, la determinación de los puntos extremos de puesta y salida de la Luna se torna más compleja. Además, debido al fenómeno de retrogradación de los nodos lunares, la Luna no siempre sale y se pone por el mismo sitio sino que recorre una franja del horizonte que alcanza sus posiciones extremas en un período de 18,6 años. En La Fresneda hay una serie de cullas que marcan estas posiciones extremas de la Luna.
La datación realizada por métodos astronómicos por Rebullida es coherente con los hallazgos arqueológicos (cerámica) realizados en la zona y permite determinar que el asentamiento se sitúa en torno al final de la Edad del Bronce.
El lugar tiene un encanto particular que atrae a seguidores de los cultos new age, considero más que justificado un estudio en profundidad de las alineaciones astronómicas y la puesta en valor de este enclave histórico.
Artículo publicado originalmente en mi sección
La Cara Oculta en la revista
AstronomíA, 174 (diciembre de 2013).
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2014-01-07, 12:18 | 1 comentarios