Como dijo el explorador austriaco Julius von Payer refiriéndose a la aurora boreal
“No hay lápiz que permita dibujarla, ni colores que puedan pintarla, pero tampoco hay palabras que permitan describirla en toda su magnificencia”. Para verla in situ
Tromsø es uno de los destinos preferidos entre los cazadores de auroras de todo el mundo.
A 350 km al norte del Círculo Polar Ártico se encuentra la ciudad noruega de Tromsø. Su universidad, fundada en 1968, es la más septentrional del mundo...como también lo son su cervecería, su planetario o su Burger King. Los más de 8000 estudiantes de la Universidad son en parte responsables de que sea considerada la ciudad más animada de Noruega; de hecho, tiene más bares per cápita que ninguna otra en el país. Solo hay tres ciudades al Norte del Círculo Polar Ártico mayores que Tromsø, todas ellas en Rusia: Murmansk, Norilsk y Vorkuta, aunque ninguna llega a los 69° de latitud.
Un fiordo ártico
La
Corriente del Golfo permite que el clima de Tromsø sea mucho más cálido de lo que cabría esperar dada su posición geográfica. En invierno no es habitual que las temperaturas desciendan muy por debajo de los –5 °C. A pocos kilómetros hacia el interior, cerca de la frontera finlandesa, en las mismas fechas se alcanzan temperaturas que rondan los –30 °C. Este clima benigno hace de Tromsø un destino muy apetecible para los miles de cazadores de auroras de todo el mundo que cada año visitan la ciudad.
Por si fuera poco, la ciudad cuenta con más de dos mil plazas hoteleras y buenas infraestructuras, es fácil llegar por avión desde
Oslo o incluso directamente desde algunos aeropuertos españoles. Alrededor de Tromsø, y también en los
Alpes Lyngen, es posible alquilar cabañas de pescadores o casas rurales desde las que observar las auroras.
Dada la cercanía de Tromsø al Ártico, los crepúsculos son muy largos. Desde el 21 de noviembre al 21 de enero el Sol no sale por el horizonte, aunque hay varias horas de luz crepuscular. Desde el 21 de mayo al 21 de julio es posible observar el Sol de medianoche, entre estas fechas el astro rey no se oculta en ningún momento.
Qué visitar
A principios del siglo XX, un viajero dijo de Tromsø que era la “París del Norte”, un calificativo un tanto exagerado en mi opinión. En cualquier caso, hay algunos museos interesantes que merece la pena visitar.
Desde el mirador de Storsteinen, a 421 metros sobre el nivel del mar, se tiene una excelente panorámica del puerto y de toda la isla donde se asienta la ciudad. Al mirador se llega mediante un teleférico construido a principio de los años sesenta del pasado siglo.
Tromsø desde el mirador de Storsteinen
Tromsø ha sido denominada la “Puerta del Ártico” ya que su puerto ha sido el punto de partida de numerosas expediciones polares. Los interesados en la exploración polar no deben perderse el
Museo Polar, inaugurado en 1978, justo cincuenta años después de que el explorador
Roald Amundsen saliera de Tromsø para ir en pos de su última aventura a bordo del aeroplano Latham. En un antiguo edificio de madera de principios del siglo XIX utilizado originalmente como depósito de aduanas se puede contemplar una interesante colección de objetos sobre los pioneros de los asentamientos árticos, sobre la exploración del archipiélago de Svalbard en los siglos XVII y XVIII y sobre la caza de focas. La segunda planta está dedicada a los grandes nombres de la caza y la exploración ártica:
Henry Rudi, Wanny Woldstad,
Roald Amundsen y
Fridtjof Nansen.
Polaria
Otro museo interesante es el
Polaria, su moderno edificio evoca un conjunto de bloques de hielo empujados por el Mar Ártico. En su interior se pueden ver dos películas en cine panorámico, una sobre la naturaleza salvaje del archipiélago de Svalbard y otra, obra del afamado astrofotógrafo local
Ole C. Salomonsen, sobre las auroras boreales. El museo cuenta también con un interesante acuario ártico en el que se pueden conocer las principales especies de peces, crustáceos e invertebrados marinos de esta región. Completan las instalaciones la piscina de focas, donde dos veces al día los visitantes tienen ocasión de alimentarlas y ver sus entrenamientos. Al lado del museo Polaria se encuentra el buque Polstjerna (Estrella Polar), un barco dedicado a la caza de focas que estuvo en activo de 1949 a 1981 y que actualmente acoge una exposición sobre los exploradores polares.
Centro de Ciencia del Norte de Noruega
Junto al campus de la Universidad de Tromsø se encuentra el
Centro de Ciencia del Norte de Noruega, un museo de ciencia interactivo que hace las delicias de los más pequeños. El centro tiene actividades orientadas a las visitas escolares. En 2013 ha recibido 40.000 visitas, un incremento del 15% respecto al año anterior. El museo cuenta con varias salas dedicadas al cielo, al clima, a la energía y al cuerpo humano. En su interior se encuentra también el Planetario más septentrional del mundo. En este planetario digital se puede ver diariamente un espectacular documental en 360° titulado
“Experience Aurore” que explica el fenómeno de la aurora boreal y que supone un excelente preámbulo a la observación de las auroras.
Observando las Luces del Norte
Aunque las auroras están presentes en el cielo durante todo el año, solo pueden observarse desde mediados de septiembre hasta finales de marzo, el resto de los meses ya hay demasiada luz. Por razones no del todo explicadas parece ser que suele haber un repunte de actividad auroral en torno a los equinoccios.
En octubre hice mi primer viaje a Tromsø, coincidiendo con el equinoccio de otoño. En aquella ocasión alquilamos un coche para buscar los mejores sitios. Teníamos previsto incluso llegar al Parque Nacional de Abisko, en Suecia. Por desgracia no hubo suerte, estuvo completamente cubierto durante los días de nuestra visita y volvimos a casa sin haber disfrutado del espectáculo. Octubre, según los registros estadísticos, es el mes con mayor cobertura nubosa de todo el año, así que volvimos a probar suerte a comienzos de diciembre.
Volamos a Tromsø desde Oslo, en el avión ya pudimos ver una aurora justo debajo de Júpiter. Parecía un buen presagio.
Una aurora desde el avión
Cuando llegamos a Tromsø nos dirigimos al hotel directamente desde el aeropuerto. Poco después de registrarnos salimos a ver qué tiempo hacía. Desde la puerta del hotel ya pudimos ver claramente la aurora en el horizonte norte. Nos acercamos a la playa de Telegrafbukta, donde había varios aficionados con los trípodes montados captando imágenes de las auroras.
Aurora en la playa de Telegrafbukta
Para disfrutar del espectáculo en todo su esplendor conviene alejarse de la contaminación lumínica. La oficina de turismo edita un mapa de la región donde están marcados los lugares más adecuados para observar auroras. En esta ocasión, en lugar de buscar un sitio por nuestra cuenta, decidimos ponernos en manos de expertos. Para ello, contamos con la inestimable ayuda de
Arctic Guide Service, una empresa especializada que ofrece excursiones de uno o dos días. Alrededor de las seis de la tarde, con los pronósticos meteorológicos más actualizados, se decide el lugar desde donde se va realizar la observación. La previsión del tiempo es la que manda, en ocasiones los autobuses se dirigen a la isla de Kvaløya, para disfrutar de la visión de las luces del Norte junto al mar. Otras veces conviene adentrarse en el interior del continente, cerca de la frontera con Finlandia, para huir de las nubes costeras.
La noche del viernes nos dirigimos a Sommarøy, a 36 km al suroeste de Tromsø, una isla a la que se accede a través de un puente desde la vecina isla de Kvaløya, la isla de la ballena. Sommarøy es un pintoresco lugar con playas de arena y un horizonte envidiable para disfrutar de las luces del norte, desde allí se accede por otro puente a la pequeña isla de Hillesøya.
Auroras en Sommarøy
Parte del encanto de la aurora boreal es su naturaleza impredecible, uno nunca sabe con qué se va a encontrar. La acción combinada del campo magnético terrestre y la actividad solar siempre brinda un espectáculo diferente con movimientos, intensidades y colores distintos en cada ocasión.
Durante varias horas contemplamos un espectáculo inolvidable, la aurora cambiaba a una velocidad tal que era imposible registrarlo con la cámara. Aparecían festones que se rizaban, cortinas y velos delicados que tan pronto aparecían como desaparecían...Durante algunos segundos era posible ver la forma de las líneas del campo magnético terrestre a través de los rayos aurorales que danzaban ante nuestros ojos. Los colores cambiaban, pasando por toda la gama posible desde el verde intenso, al violeta pasando. En algunos momentos se veía el arco del óvalo auroral extendiéndose por todo el cielo de un extremo a otro del horizonte, en ocasiones el arco se desdoblaba y aparecían varios brazos. Hubo varios momentos en que todo el cielo estaba encendido. Yo era de los que pensaban que el mayor espectáculo astronómico era un eclipse total de Sol, pero después una noche así mi opinión es ahora muy diferente.
Auroras en Sommarøy
Al día siguiente las predicciones aconsejaban dirigirse a otro lugar. En esta ocasión buscamos un punto cerca de Skibotn, frente a los Alpes Lyngen, una preciosa cordillera situada entre fiordos con picos de hasta 1800 metros. La noche era más fría, en algunos momentos se rondaron los –15 °C, pero el espectáculo una vez más resultó inolvidable.
Aurora frente a los Alpes Lyngen
Aurora y tormenta al fondo
Desentrañando el misterio de las auroras
Las auroras boreales han sido admiradas y temidas, a partes iguales, por los moradores de las inhóspitas tierras árticas. Para los antiguos vikingos las auroras eran las Valkirias, las mensajeras del dios Odín, que cabalgaban desde el Valhalla para señalar a los que iban a morir en batalla. Los rayos de luz de la aurora eran debidos al brillo de sus lanzas y al reflejo de sus armaduras y el arco auroral era el Bifrost, el mítico puente a través del que las almas de los muertos entraban al otro mundo. Los sami de Laponia temían que el ruido provocara el ataque de las luces, por ello siempre silenciaban los cencerros de sus renos cuando aparecían auroras en el cielo.
La aurora boreal fue uno de los últimos misterios de la Naturaleza por resolver, en esta labor participaron físicos, astrónomos, meteorólogos y químicos. Explicar los colores que se formaban en el cielo era un problema muy difícil a principios del siglo XX. Incluso se planteó si la luz procedía de un elemento químico nuevo, el geocoronio, más ligero que el hidrógeno.
A pesar de haber sido candidato al Premio Nobel hasta en ocho ocasiones, fuera de Escandinavia es poco conocida la figura de
Kristian Birkeland (1867-1917), un profesor de la Universidad de Kristiania (en la actualidad, Oslo) que comprendió que las auroras están vinculadas a la actividad solar en una época en la que aún no se había descubierto el electrón ni la existencia de la ionosfera. Convencer a la comunidad científica de la relación entre el Sol y las luces del norte no fue fácil.
Lord Kelvin, una vaca sagrada de la Física, había escrito en mayo de 1892 en los
Proceedings of the Royal Society que el Sol no podía tener ningún efecto sobre la actividad geomagnética y que la correlación entre las tormentas geomagnéticas y las manchas solares era meramente ilusoria.
Retrato de Kristian Birkeland. Crédito: Wikimedia Commons
Birkeland tenía una sólida formación en matemáticas y como experto en electrodinámica, encontró la primera solución general para las ecuaciones de Maxwell en un medio homogéneo e isotrópico. Una solución que pasó bastante desapercibida entre la comunidad científica internacional, ya que en la época Noruega era una colonia de Suecia luchando por su independencia y con poco peso en la ciencia europea.
En 1895-1896 realizó ensayos sobre rayos catódicos, un trabajo que finalmente sería la base para sus estudios de la aurora boreal, campo en el que investigó durante toda su vida hasta su extraña y prematura muerte ocurrida en un hotel de Tokio en 1917 y atribuida a la paranoia que sufría debido al uso del somnífero Veronal.
La relación entre el Sol y las auroras no era, sin embargo, del todo novedosa. En 1881 el físico alemán
Eugen Goldstein (quien acuñó el nombre “rayos catódicos”) había propuesto que Sol emitía al espacio rayos análogos a los rayos catódicos. Esto explicaría la cola de los cometas y, posiblemente, también las auroras. Por su parte, el meteorólogo danés Adam Paulsen sugirió que los rayos catódicos eran la causa de las auroras en un artículo aparecido en 1893, pero sin aceptar que los rayos procedieran directamente del Sol, sino de una fosforescencia en la parte alta de la atmósfera. Lo que diferencia el trabajo de Birkeland de otros investigadores es su base experimental.
Entre 1897 y 1903 Birkeland organizó tres expediciones para estudiar la aurora en territorios situados en Noruega, Islandia, el archipiélago de Svalbard y Nueva Zembla (Rusia). La primera de ellas estuvo a punto de terminar en tragedia. En verano montó un observatorio en Haldde, cerca de la ciudad de Alta, al norte de Tromsø. El viaje para instalarse en el observatorio a pasar el invierno es una de las páginas más duras de la historia de la Ciencia. A las diez de la mañana, a –25 °C se desató una tremenda tormenta. El grupo formado por el guía, Clement Hætta, el profesor Birkeland y los estudiantes Bjørn Helland-Hansen, Elisar Boye, Kristoffer Knudsen y Sam Sæland avanzaba muy despacio en la tempestad con sus trineos tirados por renos. Tardaron seis horas en recorrer un trayecto que se habría recorrido en solo dos horas en condiciones normales. La noche ártica llegó a las cuatro de la tarde, el guía pensó que era demasiado tarde para volver y decidió pasar la noche en los sacos de dormir. Hacía tanto frío que era imposible fundir la nieve, a Helland-Hansen se le congelaron los dedos y habría que amputárselos unos días después. Tras 31 horas bajo la tormenta de nieve lograron llegar al refugio. Birkeland pasó un invierno durísimo en condiciones extremas, midiendo mediante magnetómetros la actividad magnética del cielo. Pronto advirtió que la relación entre las alteraciones del campo magnético terrestre y las auroras boreales era un hecho incontestable.
Las últimas expediciones llevaron a la publicación de la monumental obra
The Norwegian Aurora Polaris Expedition 1902-1903, un trabajo de casi 900 páginas en dos volúmenes magníficamente ilustrados.
En septiembre de 1898 se pudo ver una aurora boreal de color rojo en buena parte de Europa. Para los más supersticiosos esto sería el presagio del asesinato de la emperatriz Isabel de Baviera, más conocida como Sissi. Por su parte, Birkeland solicitó a
Camille Flammarion del
Observatorio de París información sobre la actividad solar en la fecha del asesinato. Flammarion confirmó que tres días antes había pasado por el meridiano solar un grupo de manchas mayor de lo habitual.
Para conseguir fondos para sus investigaciones, Birkeland también dedicó buena parte de su tiempo a aplicaciones prácticas. Entre las sesenta patentes de inventos, la que más beneficios le reportó fue un método para fabricar fertilizantes nitrogenados a partir de aire y un arco eléctrico. Este proceso, desarrollado con su socio, el ingeniero Sam Eyde, dio pie en 1905 a la creación de Norsk Hydro, que sigue siendo a día de hoy una de las principales empresas noruegas dedicadas a las energías renovables y a la fabricación de aluminio.
Birkeland fue el primero en buscar evidencia experimental para la hipótesis corpuscular, para ello realizó una serie de experimentos de laboratorio con una esfera de acero magnetizada, la terrella, que simulaba la Tierra. Entre 1901 y 1913 construyó una serie de cámaras de vacío cada vez mayores y más complejas con las que pudo demostrar de forma práctica el origen de las auroras.
La terrella de Birkeland se puede ver actualmente en el
Museo Noruego de la Tecnología (Norsk Teknisk Museum) en Oslo. En 1913, Birkeland y sus ayudantes trabajaron en una terrella de 36 cm de diámetro colocada en una cámara de vacío de un metro cúbico. Bombardeando el ánodo (la terrella) con rayos catódicos consiguió crear auroras artificiales, en forma de anillos de luz alrededor de los polos magnéticos. Birkeland propuso que en las capas superiores de la atmósfera terrestre circulan corrientes eléctricas a lo largo de las líneas de campo magnético. Las denominadas “corrientes de Birkeland” no consiguieron una amplia aceptación entre la comunidad científica hasta 1967 en que se publicaron los resultados obtenidos por un satélite de la Marina de los EE. UU. lanzado cuatro años antes, el 1963-38C, que llevaba a bordo un magnetómetro para realizar mediciones de la ionosfera.
Entrada al Museo Noruego de la Tecnología
La terrella de Birkeland en la actualidad
Kristian Birkeland aparece en el billete de 200 coronas noruegas. En el anverso aparece también la aurora boreal dirigiéndose hacia la Estrella Polar. También se pueden ver las constelaciones de la Osa Mayor y la Osa Menor y un modelo de su terrella en la esquina inferior izquierda.
En Tromsø se encuentra el
Nordlys Observatoriet, el observatorio de la aurora boreal, heredero del trabajo de Birkeland. Este observatorio se fundó en 1926 gracias a una subvención de 75.000 dólares de Rockefeller. En la actualidad permite medir la actividad auroral incluso de día gracias a sus magnetómetros digitales de saturación. La interesante tradición científica y su privilegiada situación dentro del óvalo auroral hacen de Tromsø la auténtica capital de la aurora boreal, un destino astronómico que merece la pena visitar al menos una vez en la vida.
Agradecimientos
Este artículo no habría sido posible sin la colaboración de Eugenia Fierros, de la
Oficina de Turismo de Noruega; de Ricardo Torres, guía de
Arctic Guide Service y de Anne Bruvold, asesora científica del
Centro de Ciencia del Norte de Noruega. A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.
Bibliografía
BIRKELAND, K.
The Norwegian Aurora Polaris Expedition 1902-1903. A. W. Broggers Printing Office. 1908
EGELAND, A. y BURKE, W. J.
Kristian Birkeland’s pioneering investigations of geomagnetic disturbances. History of Geo and Space Sciences. Vol. 1, 13–24 (2010)
EATHER, Robert H.
Majestic Lights: The Aurora in Science, History and the Arts. Amer Geophysical Union.1980
JAGO, Lucy.
The Northern Lights. Vintage Books. 2002
KRAGH, Helge.
The green line: a chapter in the history of auroral physics. Astronomy & Geophysics. Vol. 50, Issue 5: 5.25-5.28 (2009)
KRAGH, Helge.
Nordic cosmogonies: Birkeland, Arrhenius and fin-de-siècle cosmical physics. European Physical Journal H. 38, 549-572 (2013)
Para obtener más información:
Visit Tromsø
Arctic Guide Service
Cuaderno de viaje: Tromsø
Artículo publicado originalmente en la serie Destinos Astronómicos de la revista AstronomíA, 177 (marzo de 2014).
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2014-10-15, 13:35 | 2 comentarios