Es frecuente que los artistas se interesen por otras áreas del conocimiento para complementar su habilidad con los pinceles o en el modelado. Adam Elsheimer fue uno de los pioneros en la representación fidedigna del cielo.
El pintor alemán
Adam Elsheimer (1578-1610) fue una figura destacada en la 'pintura de gabinete', un término que hace referencia a una moda pictórica iniciada en el siglo XVII que engloba a aquellos cuadros pequeños pintados sobre caballete destinados a habitaciones de dimensiones reducidas y a ser vistos de manera cercana. A pesar de haber realizado pocas obras y de haber fallecido con solo 32 años, este pintor nacido en Fráncfort fue una figura destacada. Entre los artistas sobre los que ejerció alguna influencia se cuentan autores de la talla de
Rubens,
Rembrandt,
Poussin o
Claudio de Lorena.
Tras una estancia de dos años en
Venecia, Elsheimer llega a
Roma en 1600 y entra en contacto con Giovanni Faber, médico del Papa, botánico conservador del Jardín Botánico Vaticano y futuro miembro de la famosa Accademia dei Lincei, un círculo cultural intelectual fundado en 1603 del que también formará parte
Galileo Galilei.
Otro de los amigos del círculo será Rubens, que en 1601 se encontraba en Roma. El pintor flamenco le recriminaría no ser más prolífico en su trabajo. Y es que Elsheimer pinta despacio: prefiere pasar el tiempo en las iglesias, estudiando la obra de los grandes maestros. Es tan exigente en la búsqueda de la perfección que con frecuencia se siente abatido y deprimido. El pintor pasará el resto de su vida en Roma, donde se casará, tendrá un hijo y acabará por convertirse (probablemente en 1606) del luteranismo al catolicismo. En 1606 es admitido en la
Accademia di San Luca, el gremio de los pintores de Roma.
En
La huida a Egipto el pintor representa el conocido pasaje evangélico (Mateo 2, 13-15) que relata la partida de la Sagrada Familia a Egipto buscando refugio ante la persecución de Herodes. Su planteamiento es original. Por extraño que parezca, ninguno de los pintores que había tratado este tema con anterioridad situó la escena en un paisaje nocturno.
El cuadro es un óleo sobre cobre de 31 × 41 cm. A pesar de haber cuatro fuentes de luz en la pintura –la hoguera de los pastores; la antorcha que porta San José; la Luna y su reflejo en el agua– la escena es muy oscura, lo que permite reconocer en el cielo la Vía Láctea y algunas constelaciones. La posición de la Luna y de las estrellas que se plasma en la obra corresponde a la del cielo de una noche de verano en Roma en junio de 1609. La Osa Mayor aparece en la posición correcta en la esquina superior izquierda, aunque más pequeña de lo que se vería en el cielo en la realidad. Sin embargo, lo más interesante es cómo ha representado la Vía Láctea. Por primera vez en la Historia del Arte aparece de forma realista, formada por incontables estrellas individuales. Hasta que Galileo dirige su telescopio a la Vía Láctea nadie sabía que nuestra galaxia está formada por multitud de estrellas. Parece evidente que Elsheimer tuvo que tener contacto con algún astrónomo. Desde mediados de 1609 se generaliza el uso del telescopio (inventado un año antes en los Países Bajos) para explorar el cielo. En 2005, un estudio conjunto de la
Alte Pinakothek y el
Deutsches Museum llegó a la conclusión de que el autor tuvo que haber tenido acceso a un telescopio: tanto la representación de la Vía Láctea como la de algunas formaciones lunares invisibles a simple vista apuntan en este sentido.
Un año después de pintar
La huida a Egipto, Elsheimer muere en la indigencia. Su cuadro se puede ver actualmente en una sala dedicada a la pintura de gabinete en la
Alte Pinakothek de
Múnich. El cobre pulido hace destacar los detalles del óleo y las estrellas puntuales, así como el exquisito detalle con que está representada la escena.
Artículo publicado originalmente en mi sección
La Cara Oculta en la revista
AstronomíA, 185 (noviembre de 2014).
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2014-12-03, 11:39 | 3 comentarios